Muchas veces he escuchado a las personas hablar pésimo de sus jefes, inclusive, yo he sido partícipe de aquellas conversaciones, muy simpáticas y catárticas, en donde he dicho lo que he podido de mis jefes; porque para ser sincera me han tocado de todo un poco. Unos que han parecido muy bonachones en un principio, pero luego han sacado sus garras desmereciendo mi trabajo injustamente; otros sobreexigentes a matar y algo groseros en sus modos, a tal punto de pretender que tenga todo lo que pedían a la velocidad de sus gritos y sus altibajos emocionales; otros completamente ineptos para desempeñar sus funciones como jefes, pero astutos para proteger su metro cuadrado de poder y hacer valer su voluntad; y también, afortunadamente, he tenido jefes que han sabido valorarme como persona y como profesional.
Sobre este último tipo de jefe voy a detenerme a hablar un poquito porque es el que tengo actualmente. La Diosa de la Belleza ha sido medianamente generosa con él, porque si lo ves con detenimiento, no sabes si es medianamente feo o medianamente atractivo... Aunque a su favor, debo admitir que hace intentos por combinar todo lo que trae puesto, sin descuidar en aquel trajín que los lentes, el reloj, el esferográfico y la corbata tengan el mismo color, aunque siempre con diferente tonalidad.
Tiene un carisma muy particular; es de aquellos que se detienen con decenas de conocidos en la calle a saludar y a hablar extensamente; adulador por naturaleza y siempre encantador con sus adjetivos calificativos al expresarse de quienes tiene enfrente, así aquellas personas no se ajusten para nada a dichos calificativos.
En los eventos, su presencia nunca queda desapercibida porque, a más de saludar a diestra y siniestra, es ruidoso para aplaudir (además es quien se queda aplaudiendo cuando todos ya terminaron) y alza su desafinada voz para cantar los Himnos de apertura y de cierre con una muy peculiar manera de pararse, completamente erguido, con la cabeza un poco hacia atrás y los brazos hacia los lados.
Como amigo es bastante dulce en su trato, buen escucha y empático con los dilemas existenciales de las personas a quienes él aprecia; es buen consejero porque siempre intenta que uno tenga la apreciación de toda la panorámica de los problemas.
Es extrañamente generoso con su tiempo y su dinero; porque en ocasiones pareciera como que los dos no tienen ninguna importancia para él; y en otras ocasiones les pone un valor desmedido.
Como jefe jamás se adjudica los logros de los demás e intenta potencializar las capacidades de las personas a su cargo.
Sufre de "reunionitis" porque organiza reuniones diarias con su equipo de "cinco minutos" que siempre duran más de cuarenta. Suele dárselas de sufridor al intentar dar la impresión de que él se queda con la peor parte de todo el trabajo. En ocasiones (algo que todavía no entiendo) quiere tener la última palabra sin que su equipo tenga la libertad de opinar libremente y su frase favorita es "eso me resbala" y debo confesar que cuando la dice solo quiero matarlo...
Lo que más me perturba es que suele decirme no cuando le pido algún permiso justificado para no asistir al trabajo (cuando quiero compensar mis horas extras laborables) y le dice sí con mucha facilidad a otras personas, inclusive, a aquellas que interceden por mí. La descripción podría extenderse pero termino diciendo que, a pesar de sus defectos, es un buen jefe.
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