10 de noviembre de 2011

Libertad










Ahora escucha,
es momento de cerrar
la puerta que dejó entrar
aquella luz y esperanza
que ya se apagaron.

Dejé de tener miedo,
pues vencí con altivez
a la jauría de perros hambrientos
del sótano al que me lanzaste,
donde perdí la noción del tiempo,
y me confundí con mi sombra.

No tiene sentido ya susurrar
todo quedó allá adentro
cómo ves salí,
he recuperado mi libertad.

24 de agosto de 2011

El giro esperado (I parte)

Veintiún años de matrimonio. Dos hijos, una a punto de cumplir la mayoría de edad y el otro aún niño. Se casó joven y tuvo la "fortuna" de hacerlo con un hombre que supo amasar dinero y que ha compensado la rutina en la que se ha sumido su matrimonio complaciéndola con accesorios caros y gustos extravagantes.



Viéndolo desde fuera, parecía que ella tenía la vida perfecta: matrimonio a prueba de divorcio, hijos poco problemáticos y dinero. ¿Qué más le podía pedir a la vida? ¡Vaya, qué pregunta! La respuesta, insospechada.

Ya no recordaba si siempre se sintió así o si fue un gusto que adquirió con el pasar de los años, al aceptar que su marido desde hace bastante tiempo no le provocaba ni encendía. Él había acudido a las películas que limitan la sexualidad al coito enfocado desde todos los puntos, para ver si lograba estimular a su esposa y, finalmente, lo conseguía; pero poco a poco él se dio cuenta que las escenas que la motivaban eran aquellas en las que participaban solo mujeres.

Ella cerraba los ojos y se dejaba penetrar imaginándose que era una mujer su interlocutora sexual. ¡Sí, mujer! Sus fantasías alrededor de un encuentro sexual lésbico se hicieron tan presentes, que un día empezó a navegar en el internet con la intención de encontrar la forma de materializarlo. Descubrió un sitio para dejar mensajes con el fin de conocer mujeres con los mismos intereses. Escribió cuatro líneas con bastante meticulosidad, intentando parecer lo menos necesitada posible, algo seductora y llamativa, dejó su correo electrónico, uno que inventó minutos antes exclusivamente para ese fin.

Durante las tres semanas siguientes, entraba a ese correo al menos unas dos veces por día, hasta que finalmente encontró respuesta; una joven 12 años menor a ella hizo eco de su propuesta. Se escribieron todas las noches. Ella aprovechaba la ausencia de su esposo que viajaba por cuestiones laborales y el descanso de sus hijos para sumergirse en las sensaciones cibernéticas que le provocaban los chats con su nueva amiga. ¿Cómo era posible que unas cuantas frases insinuantes le atravesaran el cuerpo y la hicieran alucinar de esa manera? Su imaginación volaba y se dejaba cautivar hasta el punto de navegar en su propio río.

Ambas acordaron no enviarse fotografías y encontrarse un viernes, luego de dos semanas de relación virtual, para ponerle rostros, cuerpos y voz real a toda aquella alucinación. Llegó antes al encuentro y sentía que el nerviosismo y la ansiedad la iban a matar. La percepción del tiempo suele ser tan caprichosa, los diez minutos de espera le parecieron horas de agonía, hasta que la joven apareció y se acercó. ¡Vaya mi suerte, sí que es linda! pensó y trató de disimular su entusiasmo. Se saludaron con cierta familiaridad y empezó una conversación algo forzada y entrecortada que fue relajándose a medida que las copas de vino, que iban y venían, y los cigarrillos, que se prendían y apagaban, hacían su efecto...

Luego de cinco horas de conversación y coqueteo abierto, la subió a su auto y la dejó en su casa; por más que sintió que su cuerpo la deseaba, toda clase de temores y remordimientos se apoderaron de ella. Toda una vida heterosexual y un matrimonio de dos décadas no podían consumirse en una noche. Llegaron a casa de la joven y cerraron una gran noche con un beso, ¿uno? uno de esos que saben al primero, uno de esos que parecen el último en la vida, donde lo exterior se esfuma y solo quedan los labios y las lenguas danzando al son del deseo. De nuevo la percepción del tiempo hizo su parte, y aquellos minutos se perdieron en el engaño de la eternidad.

Aquella madrugada no pudo conciliar el sueño, se vio asaltada por la emoción de su primer beso a una mujer, su primera experiencia lésbica. Si todo esto le provocó un solo beso, ¿qué le depararía un encuentro sexual? Eso era algo que tenía que averiguarlo...


17 de mayo de 2011

Dilema










Quiero y no quiero
y en mi querer
solo quiero saber
lo que quiero.

Si querer
es lo que quiero
¿por qué a veces
siento que no debo?

Si no querer
es lo debo
¿por qué a veces
solo me atormento?

Así que si entre
querer y deber
prima el querer,
que el castigo sea
el menor posible.

De primar el deber
que mis deseos
se calmen y
me dejen vivir.

31 de marzo de 2011

Nada














Las horas endemoniadas
se extinguen una a una
y se transmutan.

Los días cual verdugo
las hacen caer incesantes
en el perverso contraflujo.

Mañana, tarde y noche
el tiempo así termina
y se reduce a nada.

Eterna la restricción
que nos mantiene
en la misma espera.

Y, entonces, me pregunto
¿por qué este plan
que nos entierra?

Vida y muerte
bailan sincronizadas
nos fundimos en ellas,

y somos nada...

28 de marzo de 2011

La Tríada

Se detuvo para ver su corazón, hace tiempo que no lo había hecho. Falta de tiempo quizás, pero la principal razón era su pacto interno: no dejarse llevar por aquellos personajes extraños que algún día se movieron con voluntad propia, al interior de su pecho; seres incomprendidos llamados sentimientos, indescifrable y escurridizos

Sus mejores amigas, las palabras, lo habían acompañado gran parte de sus años; con ellas y a través de ellas, intentaba entender la realidad que lo envolvía. Transformaba cada historia dolorosa de su vida en textos anecdóticos: algunos con tintes filosóficos, otros de humor sarcástico, uno que otro cómico, pero ninguno haciendo alusión a él ni a sus experiencias; mas, su presencia deambulaba fantasmal en cada letra escrita. “Lo creado siempre tendrá algo del creador”, se decía al descubrirse abrumado en las lecturas de sus propios textos.

Tres adolescencias habían pasado ya por los surcos de su rostro y los hilos blancos de su pelo, le dotaban de un aspecto señorial y fantasioso, pues sus ojos en ocasiones lo delataban. Sus tres adolescentes vivían en peleas épicas para ganarse el acceso a aquellas ventanas que les permitieran, uno a uno, ver y dejarse ver por el mundo exterior. Consciente de aquel detalle, pintaba las ventanas de color verde para hacer más complicada tal travesía, tanto para los avezados muchachos deseosos de exhibirse cuanto para la gente que deseaba ver lo que este hombre ocultaba. Este intento resultaba efectivo contra la mayoría de la muchedumbre, pero no para sus más cercanos que aprendieron a convivir y a comprender a sus interlocutores.

Un buen día que decidió hacer cierta tregua con sus inquilinos, salieron todos a festejar vitrineando. Entraron muy resueltos a un local de ropa interior provocativa. Entre los tres se decidirían por una prensa erótica que lo haga ver sexy, se dijo. La encontró en algo mejor: un maniquí animado dispuesto a exhibirse para él. Y se detuvo para ver a su corazón.

12 de enero de 2011

Tiempo de cosecha

Ha pasado algún tiempo desde mi última publicación en éste mi diario virtual. Se han dado tantos sucesos que bien podría haber escrito al menos unos 10 textos, pero no encontraba a la musa de mi inspiración, aquella que me tuvo activa y escribiendo.

En ese entonces creí que mi musa era una persona de carne y hueso, alguien que conmovió la médula de mi ser, pero que decidí dejarla ir y regresarla a mi vida de otra manera. ¿Qué haría ahora sin mi musa? Hubo momentos de extravío al pretender encontrar la respuesta; luego caí en la cuenta, con acierto, de que mi musa no tiene que ser alguien, mi musa es mi propia vida con sus trajines y aventuras: alegres, tristes, confusas, esclarecedoras, deprimentes, exitantes; en fin, de tanto movimiento como una montaña rusa...

Ha empezado un nuevo año que perfila ser de cosecha de algunas semillas que dejé sembradas en épocas anteriores, que ahora se muestran como plantaciones frondosas y llenas de vida con frutos en proceso de maduración. Confío en que el clima siga a mi favor y me permita recoger los frutos; no quiero ninguna tormenta que arrase con los sembríos ni una sequía que los mate de sed, solo el equilibrio en el ambiente y mi oportuna intervención serán mis aliados. Puedo manejar el segundo, pero el primero siempre es incierto. En este punto solo puedo esperar a que todo se dé como tenga que darse, sin embargo, estaré siempre pendiente para manejar los eventos en la medida en que me sea permitido hacerlo. Libre albedrío y destino, mi vida se balancea entre ambos...