8 de septiembre de 2010

De bello a fuegos...

Al nadar había golpeado su pie en quién sabe qué cosa y a pesar de haberle dolido el impacto no le dio mayor importancia y solo se revisó rápidamente, sin percatarse de que uno de sus dedos fue víctima de una pequeña lesión. Salió de la piscina, se duchó, vistió y partió de la mano con su nueva chica de turno, alguien con quien dice tener una relación "sin etiquetas" para evitar los formalismos que conllevan, inevitablemente, al fracaso amoroso...

Ella, a quien llamaremos Nadia, preocupada por el accidente de su ¿pareja?, pidió a Juan chequearse de nuevo su pie para verificar el daño causado por el golpe. Juan, para evitar que Nadia siga insistiendo en algo tan absurdo para él (ya que ignoró por completo lo que su lesión a tal punto que dejó de dolerle el pie), se sacó el zapato y la media en plena acera, y se alarmó de lo que vio: su cuarto dedo (siendo el dedo gordo el primero) estaba con la piel de su costado izquierdo abierta, era una herida lacerante y provocaba dolor al solo verla; y por esa razón, Juan empezó a sentir de nuevo el dolor que ya había olvidado al salir de la piscina.

Como iban a la casa de un amigo en común, decidieron continuar con su camino. Ya allá, Carlos les proporcionó algo de alcohol y de antibiótico en polvo y Nadia, haciendo de buena enfermera, curó a su "amado" Juan.

Aquella noche, Juan pasó con fiebre, mucha fiebre, y a pesar de que amaneció todo maltrecho tuvo que ir a trabajar porque tenía dos reuniones muy importantes que no podía cancelar. Así lo hizo y, luego de terminar sus reuniones, llamó a los paramédicos de su seguro médico, los cuáles llegaron a su oficina bajo las miradas de asombro del resto de sus compañeros que no se habían percatado que tenían a un "moribundo" entre ellos.

Los paramédicos atendieron a Juan, le mandaron ciertos remedios para su amigdalitis, sí, aquella que contrajo al haber salido de lo caliente de la piscina al frío de la calle sin ninguna precaución; y pese a los lamentos de Juan para que los paramédicos revisen la "grave" herida que se había hecho en el dedo del pie, tuvo que conformarse con la respuesta de los entendidos, que le dijeron que su dedo estaría muy bien.

Juan salió del trabajo unas horas antes con la veña de su jefa que lo vio muy decaído. Llegó a su casa en una tembladera completa; tomó sus medicamentos y se dispuso a dormir; en vez de dormir pasó entre delirio y delirio por la fiebre. En sus alucinaciones habló con los Thundercats, quienes le revelaron el mayor secreto de la existencia y del universo; pero que, lamentablemente, Juan olvidó apenas se despertó. Se levantó y se vio en el espejo del baño y vaya la sorpresa desagradable que se llevó, se vio deforme... Quizá, los Thundercats se vengaron por el tremendo olvido de Juan a sus revelaciones enviándole alguna maldición para opacar su "belleza", que se concretó en tres inmensos, gigantescos fuegos en el contorno de sus labios.

Tuvo que ir a trabajar así porque tenía otras reuniones importantes y tuvo que soportar el asombro de todas las personas que le preguntaban qué era lo que le había pasado; tanto así que uno de sus amigos, por bien hacer, le aconsejó que mejor se colocara un cartel que diga "No soy así, estoy enfermo".

Lo que más lo avergonzara es que Nadia lo viera así, porque no quería perder su "sex appeal" con ella; además, cómo le explicaría que aquella "velada" en la piscina había desembocado en tantos acontecimientos de tortura para él: lesión en el dedo, fiebre, amigdalitis, más fiebre, fuegos, gigantescos fuegos, y vergüenza de presentarse ante el mundo con su nuevo rostro. No quiso enfrentarse a tanto y prefirió verse con Nadia una vez recuperado su rostro y así lo hizo; finalmente, quizá las relaciones "sin etiquetas" impliquen mostrar siempre lo mejor de uno para que nunca termine la magia...

1 comentario:

  1. De bellos a fuegos y de seremos luego veremos; amores de pantalla ni hasta mañana, jeje me gusto mi gordis sigue así...

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