¿Rebeldías lésbicas? ¿Qué
significados existen alrededor de la primera palabra? Según la Real Academia de
la Lengua: cualidad de rebelde, acción propia del rebelde, que opone
resistencia; que, faltando a la obediencia debida, se subleva.
¿Frente a qué nos rebelamos las
mujeres lesbianas? ¿Frente a qué obediencia debida nos sublevamos? “Obediencia
debida”, esa frase llamó particularmente mi atención. Detengámonos un momento a
preguntarnos cuál es el orden establecido frente al cual deberíamos mantener
debida obediencia. Las mujeres lesbianas nos rebelamos contra dos sistemas que
sociedades como la nuestra claman por mantener: el patriarcado y la
heteronormatividad; así, nos rebelamos frente al patriarcado heteronormativo.
Como mujeres nos rebelamos contra un
sistema que privilegia a los hombres frente a las mujeres en todas sus
dinámicas. En este sistema, las mujeres somos percibidas como doncellas
virginales y débiles, a las que se debe proteger –en el mejor de los casos-; o
como brujas libertinas y poderosas, a las que se debe aniquilar por el bien del
orden y principios sociales y, sobre todo, religiosos. No en vano estas
ideologías se inventaron un dios hombre que envió a la Tierra a su unigénito varón,
que nació de una mujer virgen y que salvó a una mujer “pecadora” de la
lapidación. Pero eso fue Jesús. ¿Qué podemos esperar de hombres comunes y
mortales?, quienes viéndose incapaces de acercarse a la imagen del “Hijo de
Dios”, lo que se limitaron a hacer en nombre de la Iglesia y de sus principios fue
juzgar y mandar a la hoguera a miles de mujeres, en la mal llamada “Santa
Inquisición”, acusadas de pactar con el diablo, mantener relaciones sexuales
con él, realizar orgías, curar a la gente con hierbas, y cuanta “pecadora
acción” se le ocurriese al inquisidor de momento. Ahora la forma moderna de
matar a las mujeres, por serlo, se llama femicidio.
Como lesbianas nos rebelamos contra
un sistema que no solo privilegia sino que impone la heteronormatividad,
entendiéndose ésta como la heterosexualidad obligatoria a seguirse y vivirse en
nuestras relaciones. Los seres humanos somos concebidos desde el binarismo que
nos divide en machos y hembras, para fines utilitarios de reproducción. Algo entendible
visto desde una ideología represiva que quiere establecer el control desde
todos los ámbitos posibles, siendo el sexual uno de los principales. Bajo esta
lógica, los órganos sexuales que caracterizan al macho y la hembra de la
especie humana solo deben juntarse para procrear, a fin de garantizar el
principio de familia -y de la sobrepoblación-. Esta unión debe santificarse
mediante el matrimonio, caso contrario el coito se estaría practicando en
pecado.
Y ¿qué amenaza representamos las
mujeres lesbianas para este sistema patriarcal heteronormativo? Las lesbianas
mantenemos relaciones sexuales por diversión, placer y amor (por mencionar solo
tres), no para procrear, ya que biológicamente se nos es imposible concebir una
criatura a través de nuestras prácticas sexuales; pero tampoco se nos está
vetada la posibilidad de ser madres, ya que la ciencia y la tecnología se han
puesto al servicio de nuevas alternativas de concepción sin la interacción
física de un hombre. Bajo los lineamientos de nuestra cultura, es repudiable la
idea de mujeres que decidan sobre su propio cuerpo en términos sexuales y sin
la intervención de hombre alguno. En resumidas cuentas, nos convertimos en las
herejes de la actualidad.
Las mujeres lesbianas no dejaremos de
existir por más que instituciones, grupos y personas nos nieguen, nos
invisibilicen, nos repudien, nos discriminen y hasta intenten “curarnos y
salvarnos”. Estos grupos que, irónicamente, dicen obedecer y profesar la
palabra de un dios que, conforme los actos de sus devotos y discípulos, se
muestra como un dios represor, castigador, poco sensible a la igualdad y la
equidad entre los géneros y que no acepta ni “salvará” a quienes vivimos de
forma diferente a como lo dictamina la norma patrialcal heteronormativa. Contra
esa forma de pensar y actuar limitante y discriminatoria nos rebelamos.
Frente a sociedades que generan
personas de pensamientos “borreguiles” que reproducen comportamientos y
acciones basados en costumbres históricas para mantener el supuesto “orden social”,
que ha condenado a la pobreza, analfabetismo, anonimato, violencia física,
psicológica y sexual, y a la muerte a millones de mujeres, ¡nos rebelamos!
Identificarse y asumirse como mujer
lesbiana en este tipo de sociedades no representa un camino fácil, pero henos
aquí recorriéndolo y viviéndolo con todas sus fases e implicaciones; desde la
confusión conflictiva que conlleva el empezar a sentirse como tal; desde la
clandestinidad de los primeros encuentros furtivos en el proceso de
descubrimiento; desde el empoderamiento progresivo de la orientación sexual
diversa en los distintos espacios de convivencia; desde el reto de construir
una relación de pareja con otra mujer; desde la visibilización y lucha por
nuestros derechos abierta y pública como mujeres lesbianas activistas,
convencidas de que nuestras rebeldías están edificando mejores circunstancias
de vida para las lesbianas que pronto llegarán.
La orientación sexual no es una
opción; es un impulso que nos acompaña desde muy temprana edad. Nuestra opción
sí es acogerla o no abiertamente en nuestra vida y en nuestras dinámicas
cotidianas, o solo en espacios cerrados. Este dilema no
implicaría mayores complicaciones si estuviésemos en sociedades respetuosas de
la diversidad en todas sus expresiones. Sin embargo, hasta que nuestras
sociedades evolucionen del oscurantismo a la iluminación, nuestros derechos
humanos no pueden estar supeditados a las creencias que profesan personas de
inamovibles caprichos ideológicos. Por ello, nuestras rebeldías lésbicas van
encaminadas hacia la lucha, conquista y reivindicación de nuestros legítimos
derechos como mujeres y como lesbianas.
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