8 de septiembre de 2012

TU IDA...


Intento aceptarlo mientras sacudo de mi mente las imágenes de tu cuerpo balanceando hasta terminar de marchitarse, sostenido en el aire por la cuerda que sentenció tu final.
¿Por qué? me sigo preguntando con rabia seguida de un terrible sentimiento de resignación, como si al saber la respuesta pudiera liberarte de mi desgarrador deseo de no dejarte ir...
¿Qué viviste los últimos momentos que te hicieron tomar aquella decisión? ¿Cobardía o coraje? No imaginé que existiesen motivaciones, aparentemente opuestas, que pudiesen juntarse tanto hasta el punto de que su línea divisoria se difumine y las haga amalgamarse.
Me recrimino como si alguna acción mía hubiese podido cambiar tan drástico final. ¿Quién soy yo para creer que tenía ese poder? Un dolor ególatra me acosa intimidando mi buen juicio y martirizando mi conciencia.
La vida es ese recorrer ingenuo por aquel sendero que creemos infinito, pero el camino de todas las personas tiene un final y creo, por alguna razón, que la fecha de aquel final se nos es asignada desde el inicio del camino. Tú decidiste controlar el cómo y no abandonarte a las maniobras del destino...

1 comentario:

  1. Bello pensamiento, muy bien estructurado. Es una emoción íntima, propio de tu cacumen y tu shungo, querida Pame.

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