21 de diciembre de 2010

Tu llamada...

Anoche recibí tu llamada. No la esperaba. Pensé que era un asunto desterrado de mi memoria y de mi corazón.  Inútilmente, intenté controlar el tono de mi voz para que no cayeras en cuenta del estado de ánimo que suscitó en mí escuchar tu nombre del otro lado de la línea. Sorprendí a mis ojos desaguando sentimientos que quizá reprimí. 

Tu llamada fue un aviso, un mensaje dado en el momento preciso en que buscaba una explicación a tanta energía invertida en otros rumbos, que no me han llevado a ninguna parte. Ahora me encuentro sedienta, agotada, desconcertada; sopesando la magnitud de mis desacertadas decisiones; percatándome que apunté al blanco equivocado...

Toda acción tiene su consecuencia; perderte puede ser la mía. Sin embargo, tengo la posibilidad brindada por tu llamada de acercarme de nuevo a ti, redimir mi culpa y tu dolor. Ahora no es el momento de hacerlo. Espero que pronto lo sea y a tiempo.

20 de diciembre de 2010

Blanco y negro

Blanco o negro. ¿Por qué no guarecerme en los extremos si el mundo se presenta en dualidades? ¡Tonalidades de grises!; alguien me dijo que la vida se mueve en esa gama y, sobre todo, el amor. No entendí nada de aquel mensaje dado entre café, ron, chocolate y tabaco. El Limbo, pensé, pues cómo más podría definir una postura tan ambigua. 

Finalmente, si dos personas se atraen por más razones que solo la química, por qué alargar la espera del inicio de una relación.

¿Tiempo? Para pensar; medir los riesgos; sondear el terreno; estabilizar efectos gravitatorios de experiencias pasadas; ponerle pausa a un ritmo de vida que desconcertó y saturó; encontrarle nuevos sentidos a la vida; conocer mejor a la persona que encanta para no equivocarse en dar el primer paso; ganar tiempo hasta saber qué mismo se quiere...

Desconfianza. Ansiedad. Incertidumbre. Es más fácil saber a qué atenerse y limitar las opciones en el amor a dos: TODO o NADA, pero cuando el planteamiento es cualquier cosa ubicada entre esos dos opuestos ya no es posible visualizar un lugar seguro, porque muy fina es la línea que separa lo real de lo irreal; la verdadera apuesta del juego pasajero.

Por unos instantes quise confiar y entregarme a la aventura de lo gris; hasta traté de convencerme de que sería buena idea; siempre es interesante probar algo nuevo, me dije. La emoción no duró mucho, sigo viendo en blanco y negro...

13 de diciembre de 2010

Senderos...


Caminando estaba ya por varios años, por senderos difíciles de transitar, llenos de obstáculos, que atravesaba con la consigna de que de algo serviría tanto dolor, tantas lágrimas derramadas sobre el suelo cubierto con piedra arenosa y afilada, el cual pisaba descalza. Con el pasar del tiempo, sus pies se volvieron ásperos y callosos para soportar tal travesía, y sus lágrimas se secaron, quizá hasta que la fuente de aquellas gotitas cristalinas se llenara de nuevo.
Cuando la resignación se apoderó de su ser, convencida de que su destino siempre sería así, el camino la llevó a un bosque. Sus pies cansados pisaron en hierba y tierra húmeda; y se alimentó con los frutos que tomaba de los árboles, de aquellos árboles frondosos que parecían inclinar sus ramas ofreciéndole sus criaturas maduras y jugosas.











Se dejó consolar por la brisa apacible que la invitaba a bailar y a sanar sus heridas. El bosque se presentó ante ella como el final de su trayecto; así decidió tomarlo y regocijarse en el disfrute de la tranquilidad que aliviaba su alma cansada.

¿Sería aquel lugar el paraíso? Así lo creía durante las largas caminatas que daba descubriendo todos sus recovecos hasta que encontró un sendero, el primero que veía desde su llegada y el único. La incertidumbre la invadió, pues sintió el creciente deseo de aventurarse fuera de su lugar seguro, pero ¿qué le depararía tal aventura? ¿Sería capaz de regresar al bosque a voluntad o se perdería en el trayecto de regreso? Para qué salir de ahí si, finalmente, entre los árboles había encontrado su tan ansiada paz.

Dio media vuelta para internarse de nuevo en el espacio que sentía suyo, solo siete pasos y dio otra media vuelta, tomó una gran bocanada de aire y con una sonrisa inusitada en los labios se decidió a descubrir qué le depararía aquel sendero desconocido. La vida continúa...